martes, 23 de octubre de 2012

Lo que le viento se llevó… del automovilismo argentino: la palabra.

       A casi un año de la muerte de Guido Falaschi muchas cosas han pasado, muchas más “deberían” haber pasado… y lamentablemente a la mayoría de las que fueron solo palabras, se las llevó el viento.

Hace muchos años leía un libro de Morris West, que me dejó una impronta conceptual: Muchas veces se utiliza la descripción minuciosa de un síntoma para ocultar o disimular la verdadera enfermedad, ya sea por desconocimiento o incapacidad de curarla... Hace ya mucho tiempo que el automovilismo argentino está enfermo… y tristemente, ya sea por incapacidad, impotencia o complacencia, se describen los síntomas en lugar de identificar y “curar” la enfermedad.

¿De qué enfermedad hablo? Creo que cuando hace meses Oscar Castellano decía: “El TC está resfriado” –yo dije: tiene un virus-, estaba muy encaminado y apuntaba claramente a algo que es un secreto a gritos… “La dirigencia” es la enfermedad, y no solo del TC.

El Automovilismo deportivo debería, creo, ante todo, respetar su nombre y ser “Deportivo”. Si bien se diferencia de otras disciplinas por realizarse sobre medios mecánicos imprescindibles, y que a veces ponen en segundo término a los hombres, no debería perder su esencia.
El problema radica en que el hombre-deportista va quedando en el camino, y su lugar es ocupado por los intereses económicos, no ya como necesidad de sustento sino como único objetivo de la actividad sin importar los costos. Y estos costos incluyen eventualmente las vidas de los pilotos y el público, siendo estos valores simplemente una cifra más en el debe y haber del negocio… apenas una cifra, negociable, asegurable, y de exigencia primordial a la hora de quitarle la licencia a un piloto como sucede hoy en el TC, si no “pone” para completar un pago extrajudicial políticamente conveniente.

A tantos años de automovilismo deportivo de máximo nivel en nuestro país, son los dirigentes los que cometen desprolijidades, cambian absolutamente todo sobre la marcha, se desdicen y se re-desdicen en horas… determinan que conductas que merecieron la expulsión “de por vida” –Cuervo- pueden recalificarse como por un año, si bien daba lo mismo pues las apariencias son una cosa y la realidad tras bambalinas otra. Al mismo tiempo permiten que pilotos demostradamente peligrosos sigan haciendo de las suyas, mientras castigan por estupideces a los mejores pilotos del país. Una medida tras otra muestra que intentan aparentar un cambio inexistente, o siendo benévolo con la mirada, ineficiente.

Apariencias… apariencias… hacer “como que”, mientras se hace exactamente lo opuesto. Pareciera que la locura del “minuto a minuto” de la TV ha ganado todas las esferas de decisiones deportivas, y que las determinaciones no dependen ni del espíritu ni de la letra de las leyes o reglamentos, sino del capricho del momento, de las apariencias a cubrir… o de donde sopla el viento… un viento que se lleva todo, y por sobre todas las cosas, la palabra de los dirigentes.

¿No sería bueno que cuando termina un campeonato se aceptaran los errores, se pidiesen las disculpas pertinentes, se pagasen los costos, y se fijasen las reglas de juego para la siguiente temporada?

¿Hasta cuándo será la improvisación una variable omnipresente? Espero ansioso el día en que los dirigentes sean hombres de carne y hueso –no semi-dioses omnipotentes-, preferentemente campeones comprometidos ante todo con el deporte… y con la palabra de honor y el compromiso. Eso irá dejando los síntomas atrás, y curando la enfermedad.

martes, 16 de octubre de 2012

Callejeros en Argentina: Un despropósito deportivo con muchos matices y pocas excepciones.

Parte I: Los trazados.
Parte II: Los autos.
Parte III: Los pilotos.

Parte I: Los trazados.

Mirando las competencias del fin de semana en el callejero de Santa Fe no pude apartar la mente del despropósito que tenía ante los ojos. Algo similar pero con diferentes matices me había pasado con el callejero en Buenos Aires a principio de este año. En esos momentos se hacía una y otra vez referencia al “Magno Marco” de la competencia. La realidad es que el “Magno Marco” envolvía un “Magro Contenido”… competencias distorsionadas, pobres, paupérrimas en su desarrollo y complicadas por un marco que deja de lado todo lo deportivo en pos de algún rédito que entrelaza política con economía.

Toda regla tiene su excepción: En este caso, podemos diferenciar el excelente trazado de “Potrero de los Funes”. Creado bajo normas FIA, y en este caso además enmarcado por la belleza de la naturaleza sin que por ello entorpezca el mejor desarrollo de una competencia deportiva. Es además el único trazado del país que simplemente con el agregado de adecuadas estructuras de boxes, podría albergar de manera perfectamente calificada a la Fórmula Uno.

¿Por qué? ¿Por qué el abandono de circuitos permanentes pre-existentes, a los que se priva de inversiones necesarios para actualizarlos, y se los reemplaza por callejeros absolutamente inadecuados para el desarrollo seguro de una competencia automovilística, al punto de brindar solo el triste espectáculo de accidentes en carreras en donde el deporte tiene poco que ver? ¿Por qué?

¿Por qué se prefiere ver autazos contra paredones en lugar de verdaderas carreras en donde los pilotos puedan mostrar su calidad, y los autos aprovechar toda su tecnología?

“Magnos Marcos”… no puedo dejar de pensar en lo que sería visitar el Museo de la Capilla Sixtina… para ver los marcos de los cuadros, pero sin el contenido de las telas… continentes sin contenido ni valor alguno.
¿Puede un marco ser más importante que el cuadro?
¿Puede ser más importante el negocio eco-político que la competencia que se dice núcleo y origen o centro de la actividad?
Si esto es realmente así, me parece que los dirigentes del automovilismo argentino –al menos en casi todas sus principales categorías- perdieron el rumbo por completo.

Los aficionados queremos ver carreras que se desarrollan sin accidentes, y que si estos ocurren se produzcan como excepción y en un entorno seguro y que permita el desarrollo de la competencia sin sobresaltos, riesgos innecesarios o un deterioro demasiado notable de la actividad.
El callejero de Santa Fe es exactamente lo opuesto: Golpes, destrucciones de autos a granel, pilotos golpeados con imprevisibles consecuencias, autos de seguridad cada pocos minutos, relanzamientos de carreras… un desastre que carece de sentido deportivo, y que solo pone sobre el campeonato algo más de lo que no nos gusta.

¿Hasta cuando se priorizarán la política y los negocios sobre el deporte motor?

¿Hasta cuando se dejarán de lado las inversiones necesarias para mantener actualizados los autódromos existentes, y se derrocharán fortunas para armar por un par de días circuitos deplorables?
¿A quienes les interesa “alquilar” movimiento de bloques e instalaciones móviles, en lugar de “comprar” de manera definitiva las mejoras que quedarían en un circuito permanente?

Es bien conocido el recurso para hacer caja de muchas actividades políticas: Alquilar una y otra vez cosas que podrían comprarse y quedar por ende como un bien para una determinada localidad. A veces y dependiendo del manejo de cada “caja”, es para no beneficiar con recursos a una localidad, intendencia, gobernación… y a veces es porque los “retornos” en alquileres son más manejables que en obras que quedan y que pueden ser puestas bajo la lupa. Maniobras hay muchas. Razones objetivas para estas decisiones, no tanto.
Cuando no encuentro razones deportivas para muchos callejeros, no me queda más remedio que pensar mal. O los dirigentes hacen las cosas mal por incapacidad, o hay otras razones que mi intelecto no alcanza a dilucidar cuando pienso en lo mejor para el deporte.

Pienso que habría que tomar algunas decisiones prácticas. Por ejemplo:
- Si un callejero propuesto está a menos de cincuenta kilómetros de un circuito permanente habilitado, la competencia debería realizarse en éste, y la inversión necesaria presupuestada para el callejero, volcarse en infraestructura para el autódromo. Incluso la distancia podría ampliarse hasta cien kilómetros en el interior del país, en donde las distancias son tan grandes, y por tanto los aficionados se mueven mucho más que en las grandes capitales.
- Si en el supuesto anterior hay autódromos, pero no están actualmente habilitados o calificados, debería el ACA intervenir para marcar las necesidades de actualización e interceder ante las categorías principales del automovilismo local para su re-inserción en los campeonatos dentro de un plan de actualización de circuitos permanentes con convenios que aseguren su utilización y por ende recupero de inversiones.
- Bajo el previamente mencionado plan, deberían específicamente prohibirse los callejeros que no cumplan con todas las normas FIA, con el honroso ejemplo pre-existente de “Potrero de los Funes”. En lugares apartados y carentes de autódromos calificados, la realización de un callejero debería ser objeto de un tratamiento serio como el mencionado, y no transformarse en laberintos o trampas que solo aseguran riesgo y destrucción masiva de autos.

Mientras no aceptemos que el lugar para las competencias de las categorías de pista son “las pistas” y no los callejeros improvisados, estaremos en problemas. Sacar las cosas de su ambiente natural y seguro, tiene por lo general razones “non sanctas” y alejadas del espíritu deportivo. Si el deporte necesita negocios sanos para ser auto-sustentable, debemos comenzar por implementar políticas dirigidas a mejorar los escenarios pre-existentes y no lo contrario. Si bajo estas políticas los escenarios no se actualizan, lo mejor es entonces sacarlos del circuito… pero jamás para reemplazarlos por callejeros, sino para fortalecer aquellos circuitos que “si” reinviertan en infraestructura.

Parte II: Los autos.

Tan importante como los trazados, son los autos que deben correr en ellos. En el caso de los callejeros como el de Santa Fe, la categoría “Estrella” del automovilismo argentino, “Super Tc2000”, es demasiado para ese escenario.
Desde el punto de vista tecnológico, no es comprensible que ante tantas manifestaciones a principio de año del presidente de la categoría sobre equipar las cajas de velocidad con primeras para largada detenida, se esté sin dichos elementos a fin de año. Teniendo en cuenta el desafío de la nueva potencia adaptada -en su mayoría- a los viejos chasis, era comprensible encontrarse con situaciones diversas, algunas inesperadas, que por un tema técnico limitasen un punto emocionante, a veces el único: las largadas.
Si la categoría no tiene las cosas claras como para prever con suficiente anticipación las distintas realidades que encontrarán los autos en cada circuito, es muy difícil que puedan realizarse carreras decentes en situaciones límite como las de los callejeros. Honestamente creo que meter a la categoría en este tipo de compromiso es llevar las cosas más allá del límite. Luego, buscando poner en caja los límites, se termina desvirtuando la competencia, y haciendo que los espectadores no puedan disfrutar.

Lo lamentable, es que por falta de previsión, se termine utilizando al punto más débil para justificar errores. En este caso a…

Parte III: Los pilotos.

Más allá de las opiniones de algún periodista –con algo de experiencia en karting, y muchas ínfulas de corredor y desprecio verbal sobre quienes sí lo son- sobre la calificación de “amateur” de la largada en fila india, cabe mencionar algunos temas que la categoría no ha solucionado.
Mientras las reglas no sean siempre claras y las mismas a lo largo de toda la temporada, y si además, no existe una real proporción entre las conductas y las penas, habrá problemas para la implementación de largadas espectaculares y carreras memorables.

Todavía tengo fresca en la mente la imagen del “bebu” Girolami mandando a Ortelli contra el paredón sin ningún tipo de remordimiento o lamentación… incapaz sistemático de aceptar errores y pedir mínimamente una disculpa. Un piloto peligroso que ha demostrado a lo largo de los años que lo mejor que se puede hacer con el es bajarlo de los autos por lo menos un año para ver si crece y madura. ¿Por qué no lo bajaron? ¿Por dinero, es un buen negocio en pista? ¿Están esperando otra muerte que lo tenga de protagonista? ¿Confían tanto en la seguridad de los autos que la categoría se la juega a “seguir participando”?

Mientras los pilotos no segreguen ellos mismos a quienes tienen demostrados antecedentes antideportivos y de mala fe, los dueños de equipos y las autoridades tampoco confiarán en largadas limpias y sin accidentes evitables.
Si bien esta segregación debería venir de arriba para abajo, y no al revés, pues “La culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer”, la Unión de Pilotos, u otro ente que los reúna, debería tomar cartas en el asunto ante la inacción de quienes tienen responsabilidad. En la historia de la humanidad, “El Juicio por los Pares” ha sido la norma. Nadie mejor que un grupo de pilotos para juzgar inconductas de otro. Esto terminaría con cosas sin sentido y con espíritus que son avasallados por la letra o la interpretación de personas que jamás se subieron a un auto como piloto profesional.

Una cosa es la impericia: se soluciona con filtros para otorgar las licencias pero que no pasen por el dinero.
Otra es la mala fe: todo el mundo sabe quienes son “mala gente”. La quita de la licencia debería ser una herramienta fundamentada en códigos de conducta –y no en pagos o no de dinero como está pasando por ejemplo en el TC-.

Conclusión:
Si los circuitos fuesen los correctos, los autos tuviesen los elementos como para poder largar según las circunstancias tanto en movimiento como detenidos, y los pilotos segregaran a los que actúan sin respeto por sus colegas, todos estaríamos felices y disfrutando de competencias leales y emocionantes. Pero de la emoción buena, que surge del disfrute de la habilidad, y no de los golpes de cualquier origen.

Si queremos emoción de la mano de los códigos, hay que trabajar mucho, con sentido común, las manos limpias y la frente en alto.