miércoles, 28 de marzo de 2012

Callejero en C.A.B.A.: Cuando lo antinatural manda.

Desde que se manifestó la intención de realizar el callejero para TC2000 en Buenos Aires lo sentí como un despropósito. Verlo hoy como una realidad a punto de ser transitada no cambia mi pensamiento sino que se reafirman las principales oposiciones de fondo.

¿Por qué un despropósito? Semejante inversión en infraestructura transitoria es por definición no solo un desperdicio de recursos, sino además una demasiado larga secuencia de molestas para vecinos y el tránsito vehicular. Si además esto es en medio de edificios históricos que como el Cabildo pueden ser alcanzados por accidentes en un escenario inseguro, no puedo entender esto más que como un capricho -si se quiere pensar bien-.

Habiendo un autódromo local específicamente hecho para las competencias del tipo a desarrollar y que además requiere inversiones en infraestructura para actualizarlo, cada peso que se destina a un caprichoso y efímero callejero como este no encuentra justificación realmente valedera.

¿Es el concepto de “Espectáculo abierto al público lo central”? Podrían hacerlo de libre acceso en cualquier espacio más adecuado.

¿La seguridad del público es central o secundaria? ¿Podrán realmente controlar los típicos desbordes e invasiones de sectores peligrosos?

¿La integridad de los monumentos históricos frente a accidentes es moneda de cambio?

¿Los trastornos a un tránsito ya endemoniado de por sí, las dificultades de acceso, las modificaciones transitorias del piso y las consecuencias posibles en los días posteriores inmediatos… no importan?

¿Los millones de U$S para cosas que no quedan permanentemente se justifican en un presupuesto que no alcanza para otras cosas primordiales? ¿El probable beneficio para algunos sectores del comercio, no se ve opacado por las dificultades para el normal desarrollo de las actividades de la mayoría?

¿Un espectáculo abierto al público, pero que por estar quieto en un mismo espacio no puede apreciar el recorrido, no está entonces direccionado en realidad para la TV? –única forma de apreciar la carrera en su totalidad-. ¿Es entonces en realidad una forma de expresión publicitaria masiva tras fines políticos?

¿La otrora espectacular fecha en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires no era la máxima expresión de fiesta popular bajo el paraguas del TC2000? ¿Por qué “se pierde”? ¿Es la incapacidad de hacer las cosas de la mejor manera lo que lleva a la dirigencia a sacar conejos de la galera? ¿Se pretende tapar gestiones cuestionadas de la Presidencia del TC2000 con espectacularidad?

Con vehículos que alcanzarán casi los 220 Km/h, en caso de accidentes, ¿los muretes realmente serán efectivos para contenerlos sin consecuencias?

Si por razones políticas de uno u otro sector querían un callejero en Buenos Aires, hacerlo en la costanera hubiese sido mucho más eficiente y seguro. Obviamente que la espectacularidad de ver autos pasando junto al Cabildo y el Obelisco hubiese estado ausente… Como en todas las áreas, las prioridades mandan. En este caso la seguridad no ha sido la principal. Espero que las noticias del lunes siguiente no devuelvan un saldo negativo por todo aquello externo al deporte y espectáculo en si mismos.

viernes, 23 de marzo de 2012

Atreverse a soñar… con reservas.

Los argentinos “tuercas” venimos desde hace décadas sufriendo un síndrome peligroso: Cada vez que nos atrevemos a soñar, vemos nuestros sueños estrellarse y hacerse añicos contra las más crudas realidades. Por lo general, realidades económicas que se yerguen cual murallas insalvables frente a los deseos de nuestros más capaces pilotos, pugnando por mostrar su capacidad a nivel internacional.

La vergonzante historia de “Pechito” pagando una butaca que terminó siendo una estafa para él y todos los que se ocuparon e invirtieron energías y dinero, fue algo que no podré olvidar nunca. Las demoras y frustraciones de Guerrieri que luego de demostrar sobradamente su impresionante capacidad no podía juntar un ”magro” presupuesto, se veían hasta hace días como la frutilla de una triste torta…

Leyendo hace minutos que Esteban lograba el “uno” en los ensayos por sobre su “archirrival”, sentí estar contemplando un sueño. No solamente el sueño de un joven argentino que demuestra lo que todos saben sobre sus dotes, sino el de todos los apasionados de nuestro país que lo conocemos, lo apreciamos, disfrutamos de su capacidad y su don de gentes.

Como apasionado me alegra ver que nuestro inmenso semillero genera pilotos de excelente nivel internacional. Extraño la época del Lole, y las historias de Fangio y Froilán no se alejan nunca de mi mente. En tanto, lamento ver el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires quedarse en el tiempo, y ser incapaz de albergar hoy a la “Máxima” si no se lo actualiza… y mientras tampoco cambien los egoísmos políticos de turno. Me resulta incomprensible en los mismos términos ver que se prefiere un ilógico callejero en Mar del Plata, antes que un absolutamente incomparable y bien reputado internacionalmente “Potrero de los Funes”, que calificaría con mínimas obras de infraestructura adicionales. No apruebo tampoco el callejero en el obelisco de Buenos Aires, capricho político peligroso cuando la costanera ofrece múltiples opciones mucho más seguras para el entorno y la gente.

Como apasionado de toda la vida, estoy en medio de fuerzas en pugna: Por una parte, comienzo a atreverme a soñar… veo a nuestros pilotos en los primeros planos del automovilismo mundial, haciendo gala de las virtudes que les permiten sobresalir del resto. Por la contracara, me frustra que sea la política en sus diversas manifestaciones la que toma las decisiones que le permiten los manejos de fondos… por razones egoístas. No se camina detrás de lo mejor para la gente, en este caso de los apasionados por un deporte, sino que se persiguen objetivos políticamente egoístas. No se hace lo realmente mejor y más seguro, sino lo que deriva en rédito político para los que detentan transitoriamente el poder. Eso, a largo plazo, es otra forma de incinerar los sueños.

lunes, 30 de enero de 2012

La Verificación Técnica Vehicular Obligatoria: Cada vez más, solo un pago de peaje.

Desde que se implementó la VTV, he asistido a una evolución negativa, en realidad involución y deformación ideológica de esta verificación mecánica del estado de los autos.

Durante años llevé 4 vehículos, tres propios más el de mis padres, por lo que las 4 visitas anuales me permitían advertir los cambios progresivos. La tendencia siempre ha sido la misma: cada vez menos control, miradas más superficiales, y controles que siendo muy útiles para el dueño del vehículo, simplemente dejaron de hacerse.

Hace pocos días, para ser precisos el lunes 23 de enero, llevé mi vehículo. Hasta el año pasado, enero en medio del período de vacaciones ofrecía larguísimas colas que solo podían compensarse solicitando turno anticipadamente. Por ende, durante dos semanas intenté concretar un pedido de turno sin éxito. La página de Iveteba (VTV de mi zona de residencia) no funcionaba correctamente. Los teléfonos para pedido de turno no eran atendidos, o cuando lo eran por el contestador, nadie atendía el interno de turnos. Cansado de insistir, fui directamente y preparado para las típicas colas. La sorpresa fue inmensa. Apenas cinco o seis autos en las bocas de acceso, y un avance casi instantáneo… muy pero muy raro.

Cuando me tocó el turno, comencé a comprender. Lo describo punto a punto para mostrar cómo la revisión ya no lo es más que en apariencias y aspectos superficiales.

Medición de gases de escape. Antes era para todos los autos. Luego comenzaron a hacerlo solo con los Diesel. Hace ya un par de años, se omite por completo. Obviamente mi gasolero hace ya dos años que no ve la sonda de medición.

Control de luces y limpia-parabrisas: Esta vez solo se realizó el de luces.

Control de frenos delanteros y traseros - freno de mano: se hizo.

Control del estado de las cubiertas: no se hizo.

Control de suspensiones delanteras y traseras, control de amortiguación: Antes este proceso duraba varios minutos. Se controlaban realmente los amortiguadores mediante vibradores verticales, se “estiraban” los funcionamientos de cada tren de rodaje mediante plataformas móviles, y un mecánico “palanqueaba” los extremos de dirección y las parrillas de suspensión. Esta vez se omitió el control de amortiguadores, se omitió el palanqueo de movimientos articulados, y solo se movieron superficialmente -muy poco recorrido- los trenes con las plataformas móviles sin la presencia del mecánico debajo del auto. Esto hace que el pasaje por la zona de pruebas dure apenas un minuto, y la realidad es que no hay control alguno de la suspensión. Nadie mira nada del aspecto más crítico del auto.

Comparado esto con las épocas en que realmente se controlaban a fondo todos los puntos vitales, la conclusión es que lo de hoy no sirve para nada. Es solo un "peaje" bajo excusa de revisión con facturación real para poder “seguir participando”.

Recuerdo perfectamente cuando hace siete u ocho años bajé con un mecánico para ver un extremo algo deteriorado en el auto de mis padres y conversé con la persona. También cuando verificaba el consumo de otro vehículo diesel y podía estar seguro de los niveles de contaminación con un elemento certificado de control. Hoy eso no existe, no le importa a nadie, y lo que es peor: pagamos por algo que no recibimos.

Es hora de que recibamos aquello por lo que pagamos, y que los controles sirvan porque se hacen. La omisión de control “real” en tren delantero y trasero, amortiguación y cubiertas, es una negligencia criminal. De todos los problemas posibles en un auto, son estos los que pueden acarrear los peores accidentes.

Estoy harto de “peajes” para seguir participando. Puede que algunos respiren aliviados cuando se llevan el “aprobado sin observaciones”, cuando en realidad tienen problemas conocidos y que toleran por falta de dinero u oportunidad para solucionarlos. No es mi caso. Si pago por un servicio, quiero recibirlo, que el auto se mida y controle preventivamente, y así solucionar todo aquello que ponga mi vida y la de los demás en juego. Desde el estado, conocer estas omisiones es una negligencia criminal de los funcionarios intervinientes. De los concesionarios, además de la misma negligencia, una forma de estafa a los usuarios y al estado. Este deterioro progresivo del “servicio”, por todos conocido y aceptado, califica sobradamente como una razón para quitar concesiones, aplicar multas muy severas, y llamar para recontrolar sin cargo a todos los usuarios del último año. Puede eventualmente ser molesto para los usuarios, que podrían -acogiéndose a derecho- optar por no asistir. De hecho, muchos controlamos a fondo nuestros autos como parte de una rutina de mantenimiento. El problema es con quienes no lo hacen y creen tener autos en buen estado hasta que tienen un accidente con origen en fallas mecánicas.

Si queremos tener un país en serio, con una tasa de mortalidad más baja en el tránsito, no podemos permitir que los controles mecánicos obligatorios sean solo “peajes”.

Luis A. Buccino

jueves, 24 de noviembre de 2011

Los días posteriores a un naufragio.

Luego de las grandes catástrofes de mi vida, comencé a visualizar los momentos posteriores como los que pueden vivirse durante un violento naufragio en las costas de una isla desierta.

En el caos del desastre emergen lo mejor y lo peor de las personas. Su heroísmo, su egoísmo… el dolor y el “sálvese quien pueda”.

A la mañana siguiente solo cabe enterrar a los muertos, sobreponerse al dolor y comenzar a recorrer la playa buscando todo aquello que sirva para recomenzar de inmediato la tarea de supervivencia.

Pero no todo se olvida. Los recuerdos de las actitudes personales en cada situación quedan para siempre. Las valoraciones emergentes de las actitudes sin enmascarar han dejado al descubierto lo que muchos ocultaban: su nobleza de espíritu o su indignidad más absoluta. ¿Vale el justificativo de la situación límite una vez que está fuera de control?... ya no importa. Cada quien sabe si camina por la playa junto a un inmoral asesino o espalda contra espalda con un compañero por el que daría su vida.

Las catástrofes pasan… la esencia del hombre es levantarse y caminar mientras pueda sostenerse en pie. La memoria y el conocimiento quedan. Las conveniencias circunstanciales de unos y otros son solo eso: circunstanciales. La mirada interior que se tiene del otro no cambia… un asesino por acción u omisión lo será para siempre.

No se muy bien por qué, durante estos días no puedo dejar de pensar en ello.

Luis A. Buccino

lunes, 14 de noviembre de 2011

La diferencia entre un piloto y un dirigente.

Todo lo que sucede en una pista de carreras tiene en si dos tipos de responsabilidades. Directa de los pilotos, por sus errores y aciertos, e indirecta pero mayor de los dirigentes.

Los pilotos pueden ser mejores o peores, pero como atenuante de sus errores cabe mencionarse que proceden a alta velocidad, muchas veces sin tiempo para la reflexión, y a impulso de la adrenalina y sus pasiones personales.

Un dirigente tiene a su favor, mucho tiempo para reflexionar, equipos de gente en que apoyarse, informes técnicos para evaluar múltiples aspectos de cualquier cuestión, y vinculación política con los gobiernos nacionales y provinciales de los territorios en que desarrollan su actividad. De sus decisiones depende no solo el éxito de una actividad comercial, sino la defensa de la vida y los derechos de los pilotos, auxiliares de pista y público presente. Esta responsabilidad no abarca solamente las reglamentaciones que mejoran las características técnicas de los autos, sino por sobre todas las cosas, la seguridad de los espacios físicos que involucran a un circuito y sus periferias, además de la obviedad de la pista en si misma.

Existiendo en Argentina circuitos perfectamente conocidos por sus medidas de seguridad, reconocidas y calificadas no solo a nivel nacional sino internacional, no cabe excusa alguna para aprobar con normas notablemente inferiores, a viejos circuitos conocidos como peligrosos, callejeros sacados de la galera y cualquier engendro que los pilotos saben perfectamente que no deberían utilizarse. Muchos dirigentes han sido pilotos… ¿entonces? Ni siquiera tienen la excusa de la ignorancia, saben perfectamente lo que están haciendo. Lamentablemente utilizan sus pergaminos, para avalar decisiones tomadas por razones insustentables.

Nuestro automovilismo, y especialmente el TC, tiene no solo una rica historia deportiva, sino un lamentable record de modificaciones tardías de situaciones peligrosas corregidas “Post Mortem”… a regañadientes, dejando de lado razones siempre económicas, bajo el justificativo de “tradicionales”. Carreras en ruta, acompañantes… Solo las muertes puestas a la vista han servido para cambiar rumbos.

Las medidas de seguridad de los autos han servido con sus mejoras paulatinas, para “envalentonar” dirigentes. Total… los autos son “tan” seguros, que hasta algunos piensan en volver a las rutas “de vez en cuando”… callejeros “políticamente y/o económicamente interesantes”… más de lo mismo dejado atrás por seguridad, ya que si ahora hay accidentes, los autos protegen… ¿pero saben qué? No protegen tanto como para ocultar pésimas decisiones políticas con costo mortal.

Una cosa es “hacer” todo lo mejor a conciencia y escuchando las voces de alerta desde sectores que saben de lo que hablan, y otra muy diferente es “hacer como que” se hace, mientras se desoyen las voces que justifican con argumentos su rechazo al sub-accionar dirigencial.

¿Hasta cuando “señores” dirigentes?

Norberto Fontana hay uno solo… capaz de esquivar marcha atrás en un trompo banderilleros mal ubicados, o de usar el auto como un tractor para sacar de la pista autos cruzados para salvarle la vida a un compañero… y de tantas cosas que solo un as del volante, responsable y generoso puede hacer arriba de un auto de carreras.

Pilotos experimentados, “señores”, hay muchos. Pero no son todos. Pibes hábiles, inflados por el sistema, carentes de experiencia y de la prudencia que solo da la edad… sobran.

Solo son los dirigentes los que deben y pueden dar un marco, “el mejor marco” para la actividad.

Su función, señores dirigentes, es mantener vital el negocio, pero sin que la moneda de cambio sea la vida. La prioridad es la vida, no el negocio. Si no lo entienden así, mejor dar un paso al costado para que otros con valores diferentes hagan lo que la gente quiere: Ver pilotos excelentes, en lugares excelentes, dando espectáculos excelentes… con “seguridad para todos”… pilotos, auxiliares y público.

De no ser así... Dios lo ve todo… y la gente ya no come vidrio.

Luis A. Buccino