domingo, 2 de octubre de 2011

Callejeros: TC 2000 en Ciudad de Buenos Aires.

Al escribir “Autódromos, si se puede evitar no es un accidente”, dejé pendiente el desarrollo detallado del tema en callejeros y semi-permanentes. La razón es que cada trazado es diferente a otro, las condiciones son únicas y dependen grandemente del tipo de vehículos. No es lo mismo un KART en el micro-centro porteño que un FIA GT o TC 2000 en Potrero de los Funes. No lo es tampoco una despoblada avenida costanera si se la compara con el centro neurálgico de una gran ciudad.

Comienzo aclarando mi postura de base: las categorías mayores están concebidas para competir en pistas adecuadas y su lugar por definición y decantación son los autódromos. También disfruto del Rally y competencias Off Road, entendiendo que cada tipo de vehículo lleva en su diseño una intrínseca vinculación con el escenario en donde competirá.

Hoy ante la confirmación del “Gran Premio Coronación TC2000” en las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, me parece oportuno profundizar el análisis sobre este callejero y carrera en particular. Hay a mi parecer dos grandes temas: los derechos y seguridad de los ciudadanos que habitan las zonas a transitar, y los aspectos técnico-deportivos que hacen a una competencia automovilística.

El espíritu de la letra que prohíbe –o prohibía- la realización de carreras dentro de la ciudad es –o era-, absolutamente comprensible y perfectamente sustentable. Ningún vecino debe ser sometido a un riesgo que viola sus derechos y pone en juego su seguridad personal o la de sus bienes. Así de simple. Ningún empleado municipal, ni siquiera detentando el cargo máximo, puede arrogarse el derecho de pasar por alto los derechos de un “frentista”.

Cuando un adulto asiste a un autódromo se lo supone consciente de los riesgos de vida que esto puede implicar y que se pueden mensurar adecuadamente así como paliar las consecuencias con medidas activas complementadas con la contratación de un seguro. Insisto en lo medular: el adulto asiste en pleno uso de sus derechos a un lugar específicamente construido para realizar competencias de alto riesgo. El peligro no va a el sino todo lo contrario.

Cuando un habitante del corazón de la ciudad, adulto o menor, es sometido sin poder evitarlo a una situación en que se le trae a la puerta de su casa un peligro concreto, incomodidades para el libre acceso y otros efectos negativos de una carrera de autos con todo lo que estas implican, se está violando de manera muy clara sus derechos. Y no para un fin benéfico o por causa mayor, sino porque un grupo de dirigentes negocia cambiar los principios que lo impiden.

Podemos estar o no de acuerdo con esto pensando en marcos atractivos, asistencias multitudinarias y otras consideraciones. También podemos hacer mención de escenarios de carreras de Fórmula Uno y otras categorías a lo largo de todo el mundo… Lo que no podemos evitar es que los callejeros estén directamente vinculados a la palabra peligro, así como que muchos de ellos sobreviven solo por razones económicas o políticas cuando no se sustentan técnica o deportivamente desde hace muchos años.

Otro aspecto del tema es la traza en si misma. Una cosa es atravesar la zona céntrica de la ciudad en función de pasar por múltiples puntos de interés, y otra cosa sería hacerlo –por ejemplo- en una avenida costanera, con el río de un lado y un espacio mucho más “controlable” por el otro. Indudablemente, el riesgo potencial de afectar la vida y los bienes de los ciudadanos sería muchísimas veces menor. Puntualmente: si la traza anunciada pasara por la puerta de mi casa, estaría presentando un amparo dejando de lado mi pasión por el automovilismo deportivo.

Otra cosa son los motivos para “forzar” este tipo de escenarios. A veces un dirigente ante el fracaso de un área de gestión “saca de la galera” soluciones mágicas. Si salen bien incluso puede ser felicitado por ello olvidando el error original. También puede ser que en medio de sus problemas olvide a veces la esencia de la actividad en la que se desarrolla y deje de lado consideraciones importantes. El “lobby” de dirigentes concentrados en llegar a algún lugar, puede hacer que a veces no miren “como y por donde” lo hacen.

El problema no radica solo en estas miradas. Lo que para un vecino puede ser un verdadero problema en la puerta de su casa, puede verse para millones como un interesante espectáculo por televisión. Lo importante es diferenciar lo que realmente “es”, de lo que se ve.

Recuerdo cuando en la década del noventa, el presidente de la República Argentina “probó” una Ferrari a mucho más de 200 km/h en ruta abierta, con un operativo policial que le “abría el camino” entre Buenos Aires y la costa Atlántica. Para algunos un escándalo y muestra de irresponsabilidad, para otros un gesto simpático. Una Ferrari es un auto pura sangre diseñado para correr. El que la manejaba, un piloto bastante experimentado... además de presidente. El operativo policial, pudo ser muy eficiente… el problema es que se violaban los derechos de miles de personas “por el camino”, para hacer algo ilegal que bien o mejor pudo ser hecho en el lugar más adecuado: Un autódromo. –Menciono para quien lo ignora que las rutas argentinas no eran entonces ni por asomo como las autopistas alemanas en donde se circula hasta a 250 Km/h-.

Es importante que la vara para medir un hecho no sea el protagonista y lo simpático que pueda parecer, las urgencias de un sector o los negocios que se puedan cerrar con ello. El espacio natural para las carreras son los autódromos, y Buenos Aires tiene el suyo. Por si fuese poco, Argentina los tiene por doquier. Si no se trabajó anticipada y mancomunadamente para organizar las fechas sobre los más deseables, es triste que la salida política sea pasando por sobre los derechos históricos de los ciudadanos de Buenos Aires.

Ante el hecho aparentemente consumado y la carrera autorizada, solo desearía que un acto de reflexión los llevase al menos a un replanteo de la traza. La costanera en diversos sectores se muestra como una de las opciones menos peligrosas y perturbadoras para la vida de la ciudad y su gente. Incluso presenta en algunos puntos, opciones muy atractivas y trazas mucho más adecuadas para el desarrollo de una carrera.

Una vez planteadas las objeciones de fondo, vamos a la esencia del deporte: la carrera en si misma.

Exceptuando el impresionante escenario de “Potrero de los Funes”, cuando pienso en callejeros no puedo evitar ver laberintos contenidos por bloques y en espacios reducidos lo que trae aparejados espectáculos pobres… apenas “enriquecidos” por golpes y roturas, y muy lejos de brindar competencias de calidad. No son estos el mejor escenario para definir un campeonato con duelos magistrales hasta el último minuto.

No parece ser tan negativo en primera instancia lo que devuelve un atento análisis del trazado anunciado. Los recorridos sobre la Av. Nueve de Julio –la más ancha del mundo- tendrían suficiente espacio como para no presentar eventualmente inconvenientes. Solo algunos desniveles en el piso podrían obligar a modificar las suspensiones para adaptarse a ello, y esto tiene un costo y consecuencias azarosas. Tanto el recorrido por Av. De Mayo y Diagonal R. S. Peña es espacioso, con la misma salvedad de un piso no preparado para autos lanzados a máxima velocidad. Estas dos rectas ladeadas por edificios presentan a mi gusto características que podrían poner en riesgo tanto propiedades como personas. Desde el punto de vista del marco para el espectáculo puede ser algo imponente. Desde el nivel de riesgo hubiese preferido la costanera.

Desde lo netamente deportivo me parece una opción muy pobre e inadecuada para el cierre de un campeonato. El resultado puede llegar a estar más en manos de imponderables que de la fina competencia entre virtuosos del volante. Cualquier autódromo daría más posibilidades de disputa cabeza a cabeza, curva a curva, lucimiento tras lucimiento.

No puedo evitar recordar el cierre del campeonato 2010 del TC2000, con un Norberto Fontana que con las matemáticas en contra, se impuso dando el 110% en todas y cada una de las vueltas, regalándonos una clase magistral de manejo concentración y entrega. Dudo mucho que este escenario tenga en si mismo los elementos que puedan permitir un cierre de estas características deportivas… Cosa que –insisto- cualquier autódromo aportaría.

Una cosa es el Show, y otra la esencia del deporte. Lo primero no debe llevarse puesto lo segundo, y mucho menos si la moneda de cambio puede eventualmente ser la seguridad.

Luis A. Buccino

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