domingo, 13 de octubre de 2013

Un poco de TC. Lo tenía abandonado.



Hace un par de años que no publico notas en este blog sobre nuestro Turismo Carretera. Lo sigo atentamente desde el año 66, y mi primera carrera la vi en Córdoba de la mano de mi padre en el 58. ¿Entonces? No me gustan muchas cosas, demasiadas en realidad, pero que tienen que ver más con las conducciones cuando no cuidan a quienes están a ambos lados de las alambradas, o cuando manipulan los reglamentos para beneficiar a unos en desmedro de otros. Y en la “era Aventín”, ha habido demasiado de ambas cosas. Pero la era terminó… o casi, para ser honestos.

Lo más destacable de estos tiempos ha sido el paso al costado de Aventín, su lógico reemplazo por un hombre de un perfil distinto, que espero le dé a la categoría aquellas cosas que quienes hemos sido críticos con el ex presidente pedimos desde hace ya demasiados años: transparencia, menos manipulación en las reglas de juego, reglamentos claros, penalidades justas y que se cumplan para los que se salen de las normas de convivencia. 

La expulsión de por vida del escribano-tuerca, solo por un rato, apenas bajo el amparo de un sello de goma, burlándose sistemáticamente de cualquier dedo acusador, y para terminar volviendo a la categoría para permanecer actuando “borderline” es algo que me parece que avergüenza al automovilismo deportivo nacional. El TC escribe con la mano y borra con el codo, u omite con los actos.

Se hacen esperar los reconocimientos específicos sobre la responsabilidad que le cabe a la categoría por las muertes de público, pilotos, o de cualquier persona participante de cualquier manera en una carrera. Pagar un seguro, llegar a eventuales arreglos extrajudiciales, y negar sistemáticamente lo que se observa y critica desde distintos medios que saben de lo que hablan, no es excusa para negar responsabilidades, calificar a la muerte como “fatalidad”, o simplemente apretar un rato con mano dura a algunos pilotos para que sirvan como ejemplo y hasta distracción periodística. Una buena polémica ocupa espacios potencialmente críticos con cosas más superficiales.

Y hablando de pilotos, como ejemplo me referiré al “Bebu” Girolami. Tengo grabadas a fuego escenas en donde lo recuerdo en distintas categorías afectando intencionalmente a sus compañeros. Tirar a Ortelli contra un paredón (TC2000), seguir a fondo en las polvaredas sin inmutarse, dejar el auto puesto, su participación en la muerte de Guido (espero el fallo de la justicia entre otras cosas)… demasiadas cosas. Su suspensión si se mira en perspectiva es algo que se había ganado hace mucho tiempo. Suena a poco, y marca algo que falta en nuestro automovilismo. Uniformidad de criterio en las sanciones, y que éstas sean aplicadas de manera simultánea en todas las categorías.
Si uno comete un acto punible en la calle, cuya consecuencia sea la quita de la licencia de conducir por un determinado período de tiempo, es para todo el territorio de la nación.
Si un piloto acumula animaladas y demuestra un perfil peligroso que finalmente “estalla” un día en una carrera, la suspensión de la licencia debería ser aplicada (por ejemplo) por la CDA del ACA o un organismo similar creado de manera específica, y debería alcanzar a todas las categorías nacionales de manera simultánea y por un mismo período de tiempo.
Cuando un piloto debe salir de las pistas e irse a su casa a meditar, es casi una burla y como mínimo un contrasentido que siga corriendo en otras categorías. Es como si cruzar la Gral. Paz o salir de una Provincia devolviese el registro a quien lo ha perdido para seguir haciendo lo mismo en la vereda de enfrente.

Reglas… reglas claras. Hay mucho para opinar.

Hablando de carreras, y sobre todo en una categoría hoy tan pareja como el TC, noto que faltan cambios reglamentarios.
Así como las barridas de pista debieron desaparecer un día como recurso, para limitar a uno los cambios de trayectoria, también frenar en las curvas debería ser penalizado.
La escena que termina con el despiste de Rossi y Ortelli, dejándole al tercero de regalo la anterior carrera, es el más claro ejemplo de lo mencionado.
Matías es para muchos el mejor piloto de la Argentina. No para mí, y justamente por utilizar de manera cada vez más sistemática este recurso hoy no penalizado. Correr para atrás, frenar delante del que lo viene atacando limpiamente para obligarlo a frenar e incluso perder posiciones con quien a su vez lo persigue, es un recurso que me parece indigno de pilotos magistrales como Rossi y otros que de manera sistemática lo vienen utilizando de manera cada vez más pronunciada.
Los “duros de pasar” ya no lo están siendo en base a manejar, jugársela, dar espectáculo digna y noblemente… se malacostumbraron a que “el de adelante manda”, y suponen que tener detrás a un piloto con códigos, implica que éste les tendrá infinita paciencia ante sus injustificadas luces de freno en las curvas. Una vez, bueno, que pase. Todas las vueltas… debe ser ilegal, y penalizado con un pase y siga. Listo el pollo. Carreras más interesantes, más sobrepasos, y todos felices.
Si alguien toca de atrás en un exceso, con intención de sacar de la pista al que lo antecede, es una cosa. Que el de adelante frene para perjudicar al que lo persigue es algo que se nota a simple vista, ni siquiera puede haber discusión con los CD. Una vez, bueno, disculpado. Segunda: tarjeta amarilla, pase y siga. Tercera, eventualmente una carrera después: tarjeta roja. AFUERA.

Algunos llaman a las reglas claras, “automovilismo de señoritas”. Sin reglas, el deporte se ensucia, pierde su esencia… permitir “correr para atrás”, equivale a que un maratonista no se deje pasar por un competidor tapando el camino con su cuerpo, empujando o tapando con los brazos a quien está por sobrepasarlo. Ridículo, inadmisible. Reglamentable.

Y los reglamentos técnicos y su manipulación, son áreas en las que el TC es la categoría que más quejas justas ha recogido en estos años.
Hoy se está frente a un escenario extraño. La paridad en clasificación es tal, que podemos contar 30 y hasta 35 autos en un segundo de diferencia. Es único en el mundo.
Lo que está muy claro, es que en ese escenario, darle a una marca por reglamento algún tipo de ventaja, pone a mano el ganador siempre y cuando no se rompa. Se puede esconder, se puede levantar en clasificación para mostrar luego un “misil” en carrera… siempre el caballo del comisario puede esconderse un rato, hasta que llega el momento de pisar a fondo… si el motor aguanta, gana el caballo predilecto.
Los reglamentos son perfectibles como cualquier actividad humana. Lo malo es que existan caballos de comisario. Hay muchas formas de criarlos. Se les otorgan ventajas diversas de manera acumulativa y/o en momentos estratégicos, de manera que al que está enfrente le sea imposible recuperarse. Se empuja sutilmente (o no) a equipos para que tomen una u otra determinación… se escribe una historia que conforma una película que lleva a un determinado desenlace deseado. A veces, demasiadas, funciona.

En la historia de Diego Aventín y el escribano hay episodios que han demostrado ventajas antideportivas, motores fuera de reglamento que eran a simple vista demasiado superiores al resto. El campeonato que por desclasificación terminó en manos de Fontana es un recordatorio de lo que se puede hacer. Las penas de por vida, por un rato, sello de goma mediante y levantadas sin criterio, muestran las “consecuencias” para un estilo de hacer las cosas. Solo “de pico”, nada en los hechos.
Pero hay diferentes maneras, algunas reglamentarias, de hacer un caballo de comisario. Mi opinión es que este año estamos viendo una muy refinada. En determinadas condiciones, la ventaja de motor es imposible de compensar por otros medios. Y a lo largo de un año, si el motor no se rompe, los puntos mandan.

Como he mencionado a Diego, no puedo pasar por algo su expresión respecto a la salida de su padre de la conducción (y su entrada como vice primero): “Que la chupen”, dijo. Muy bonito. Muestra un estilo, convicciones, relaciones filiales en su máxima expresión… para algunos la definición de lo que se ve en la dirigencia actual del TC se define como nepotismo.
Si la sucesión de Mazacane parece muy lógica, no me parece que dos hijos de presidentes, previo y actual, deban estar en cargos ejecutivos. Y mucho menos si además corren en la categoría.
La disculpa posterior de Diego Aventín no quita la gravedad del caso. Marca que sus pensamientos y acciones están absolutamente en línea con los pasos de su padre, que ignora o desconoce las críticas bien fundadas que ha merecido, que desprecia a los que piensan diferente… demasiadas cosas encierra esa frase de herencia Maradoniana. Su pedido de licencia marca simplemente una estrategia, pero debajo de un libreto. Elegirá en cada ocasión lo que más convenga a sus intereses, sea o no correcto que quien detenta el cargo de vicepresidente primero de una categoría corra en ella peleando un campeonato. Eso es cualquier cosa menos justo y equitativo. Antes era “Junior”, ahora además es “vice”.
Nada de lo que sucede es nuevo o puede decirse que no se veía venir. La transformación progresiva de su auto en el “misil” como lo denominó Rossi días atrás, su nombramiento… hasta su eventual retiro de las carreras calzando la corona… perdón, atesorando la “Copa de Oro”.

Hay que mirar la película… y ésta es demasiado obvia. Por eso dejé de escribir sobre el tema hasta hoy. No hay muchas cosas lindas para contar, y cualquiera se cansa de la ausencia de buenas noticias.

Como no quiero terminar la nota bajo un paraguas sombrío, dejo para el final la carrera de hoy.
Me encanta y alegra muchísimo ver a alguien que respeto muchísimo como lo es el “Pincho” Castellano, festejar con alegría el regreso de su hijo Jonatan al primer escalón del podio. Lo bueno de este TC es que hay muchísimas familias que se dedican por generaciones con cuerpo y alma a esta categoría. Son la sangre que alimenta la pasión. Desde el volante, el taller, los boxes. Transpiran TC.
Lo mismo con Josito. La presencia de un nieto del “loco Luis” en el podio es símbolo de trascendencia y la misma clase de pasión que encarna el “Pincho”.
¿Y qué podemos decir de Ortelli? Un caballero, un pilotazo, todo un símbolo para los seguidores de Chevrolet, y además un ícono para todos los que amamos y admiramos a los que siempre tienen códigos. ¿Objetan que le pegó a Rossi en la anterior? Justamente porque es un pilotazo con códigos escribí líneas más arriba sobre la necesidad de modificar el reglamento.

Todo es perfectible. Los valores… también. Con reglas claras, conceptos puros, buena intención y caballerosidad. Si se trabaja para ello, la esencia del deporte no morirá. Si se pone por delante la billetera… estamos en el horno.

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