domingo, 18 de septiembre de 2011

Con los códigos mezclados.

Desde que dos autos se pusieron uno junto al otro y compitieron por primera vez, existieron diferencias de códigos, miradas y actitudes entre quienes los conducían.

Más de un siglo después la situación es cada día más compleja, y en argentina pareciera que las reglas del automovilismo deportivo, en lugar de encarrilar las cosas, las “embarran” en medio de la confusión.

Pensaba en estos últimos meses sobre las razones por las cuales hoy no me gusta como a tantos otros la insensata mezcla de códigos con los que se maneja el automovilismo argentino. Mano dura, mano blanda, “piedra libre” para la agresión porque ¿alimenta el espectáculo?, aduladores de la inmadurez de algunos jóvenes que a veces transforman nuestras mejores categorías en poco más que carreras de autitos chocadores… y una TOPR cuya divisional menor más parece una flotilla de autos de alquiler cuyo único requisito es el dinero o los sponsor para subirse sin antecedentes.

¿Qué nos pasa?

¿Es sólo el dinero?

¿El público mayoritario realmente quiere eso? Las encuestas muestran lo contrario. ¿Entonces?

Me considero público y fiel seguidor de la actividad desde hace más de cuarenta y cuatro años. Más o menos cuando manejé por primera vez un Kart, para luego, de la mano de mi padre, manejar su auto. Compartí la pasión y los códigos con mi viejo. No eran estos.

Los tiempos cambian, si, pero los valores esenciales no deberían hacerlo.

Pienso que la experiencia y los errores sirven para aprender de ellos y poder decir claramente NO a algunas cosas, y a partir de ello cimentar el SI a otras.

NO quiero golpes sucios utilizando el auto para abrirse paso dejando colegas por el camino.

SI quiero chapa-chapa en curvas lentas, con códigos de honor, y cuidando que nadie salga lastimado o fuera de pista.

NO quiero ver inmaduros o inhábiles mezclados con pilotos calificados y compitiendo en categorías “TOP”.

SI quiero ver mano a mano interminables de esos que los campeones saben dar cuando se trenzan entre ellos dando todo lo que saben.

Poniendo nombres propios:

NO quiero a un “Bebu” Girolami, incapaz de reconocer sus excesos.

SI quiero pilotazos como Norberto Fontana o Pechito López y otros campeones que algunos consideran ásperos, cuando son en realidad aguerridos maestros que como humanos pueden equivocarse pero siempre reconocen y piden disculpas por sus errores.

NO quiero ver que el dinero y la fama coloquen a un futbolista (por más simpatía que uno le tenga) arriba de un auto de carrera sin saber –por ejemplo- como salir de una situación límite. Si son autos TOP no son escuela, y si son escuela no son TOP.

SI quiero ver como los pilotos maduran en categorías escuela, pero que lleguen a ascender no solo cuando sepan manejar, sino cuando hayan demostrado ser psicológica y emocionalmente aptos para no cometer excesos perjudicando a los demás.

NO quiero ver permanecer a los agresores sistemáticos en las categorías mayores.

SI querría ver, si la gente gusta de ese estilo, que se los limitase a categorías espectáculo, o de “autitos chocadores” si hay que inventarlas. Público siempre habrá para todos los gustos.

NO quiero ver comisarios deportivos confundidos absolutamente entre el espíritu de la ley y el blanco y negro de la letra.

SI quiero ver comisarios ex campeones –o pilotos muy notables- de las mismas categorías que fiscalizan.

NO quiero que de un día para otro, de un escenario a otro, o luego de un titular de diario o declaración de algún personaje, la medida de la vara pudiese cambiar sin dejar debidamente fundamentadas las razones.

SI quiero que las reglas sean las mismas para todos, sin preferencias o nepotismos ni como expresión de rencillas personales.

NO quiero que un comisario sea incapaz de diferenciar el concepto de actitud del de aptitud.

SI quiero ver que las actitudes antideportivas sistemáticas se penalicen duramente, y que la ineptitud se corrija inmediatamente con una inhabilitación para las categorías mayores.

Tenemos el automovilismo con más antecedentes “propios” del planeta, nacido bajo un paraguas de historias nobles, si se quiere románticas, de hombres que se ganaron no solo la admiración sino el corazón de millones de personas en todo el mundo.

No dejemos que se pierdan sus valores esenciales en medio de la confusión.

Hagamos prevalecer los códigos de honor desde las instituciones.

Lo contrario sería dejar que los propios pilotos tengan que protegerse y expurgarse, eventualmente tomando acciones que luego serían criticadas por ser tomadas por “mano propia”.

Cualquier organismo tiene sus mecanismos de autodefensa cuando la prevención fracasa. No dejemos que se llegue a este punto. Es mejor prevenir que curar, y no se está haciendo bien. El público, destinatario final del espectáculo que brinda una competencia deportiva, se merece un mejor esfuerzo y respeto.

Luis A. Buccino

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